Cuando recorremos la vida
en comunión con la naturaleza
el cielo se vuelve techo
sobre nuestro sendero,
los mares adornan el camino
con sonidos de aves y olas,
y el corazón que palpita al viento
se convierte en nuestra enseña
de justicia sobre el planeta.
El musgo y los líquenes,
para no quedarse atrás,
añaden toques de color a las rocas
y sobre las copas de los árboles
las nubes nos hacen guiños
con sonrisas cargadas de humedad.
La Madre Tierra se convierte
en nuestra morada más hermosa
y como hijos agradecidos
nos congratulamos con ella.
En esa conexión profunda,
la magia existe al margen
de las grandes urbes,
en la soledad de uno mismo.
en comunión con la naturaleza
el cielo se vuelve techo
sobre nuestro sendero,
los mares adornan el camino
con sonidos de aves y olas,
y el corazón que palpita al viento
se convierte en nuestra enseña
de justicia sobre el planeta.
El musgo y los líquenes,
para no quedarse atrás,
añaden toques de color a las rocas
y sobre las copas de los árboles
las nubes nos hacen guiños
con sonrisas cargadas de humedad.
La Madre Tierra se convierte
en nuestra morada más hermosa
y como hijos agradecidos
nos congratulamos con ella.
En esa conexión profunda,
la magia existe al margen
de las grandes urbes,
en la soledad de uno mismo.
1 comentario:
preciós
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