La piel está hecha
para rozar otras pieles
y solazarse en ellas
con suave tacto,
roce furtivo o
pasión desordenada.
Es la forma
en que el mar de arrugas
logra extender
la tersura de la belleza
y encender los deseos.
La piel necesita
ser lamida, bebida, devorada.
La piel ansía
ser besada y degustada.
Piel, desde las ingles
hasta el último rincón
de los surcos
que recorren nuestro cuerpo,
en un mundo íntimo
de conexiones nerviosas
que aguijonean el alma,
alteran el corazón
y sacian el cerebro.
Amar otra piel
es el mejor de los destinos,
convertirse en imán,
fundirse en cada poro
durante la íntima unión
de piernas y brazos,
manos y labios:
cuerpos ayuntando,
atendiendo la llamada
de la carne,
liberando la libido
de tantas cargas,
y tantas represiones...
para rozar otras pieles
y solazarse en ellas
con suave tacto,
roce furtivo o
pasión desordenada.
Es la forma
en que el mar de arrugas
logra extender
la tersura de la belleza
y encender los deseos.
La piel necesita
ser lamida, bebida, devorada.
La piel ansía
ser besada y degustada.
Piel, desde las ingles
hasta el último rincón
de los surcos
que recorren nuestro cuerpo,
en un mundo íntimo
de conexiones nerviosas
que aguijonean el alma,
alteran el corazón
y sacian el cerebro.
Amar otra piel
es el mejor de los destinos,
convertirse en imán,
fundirse en cada poro
durante la íntima unión
de piernas y brazos,
manos y labios:
cuerpos ayuntando,
atendiendo la llamada
de la carne,
liberando la libido
de tantas cargas,
y tantas represiones...
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