Soñé con una noche
en la que el mar era el custodio
de un ramillete de aromas,
y mientras paseábamos
sobre su estela húmeda,
descendió la magia
a unir el barro con el barro.
Se incendiaron la tarde y la carne,
nos venció el vendaval,
casi sin darnos cuenta
rodamos por la arena
hasta una hamaca de agua,
donde el oleaje agitaba
su blanca cabellera
lavando nuestras heridas,
enseñando a nadar las voluntades.
Luego vino la calma
y sentimos alejarse el crepúsculo
convertidos en crisálida.
Fuimos dos orillas unidas,
libres de cualquier recelo,
encontramos el tiempo
enredado entre los dedos,
lo compartimos
tomándonos de las manos
y ya era un nuevo mañana,
o quizás otro sueño
contigo de protagonista,
porque ahora el crisol del despertar
no se entiende sin tu materia.
en la que el mar era el custodio
de un ramillete de aromas,
y mientras paseábamos
sobre su estela húmeda,
descendió la magia
a unir el barro con el barro.
Se incendiaron la tarde y la carne,
nos venció el vendaval,
casi sin darnos cuenta
rodamos por la arena
hasta una hamaca de agua,
donde el oleaje agitaba
su blanca cabellera
lavando nuestras heridas,
enseñando a nadar las voluntades.
Luego vino la calma
y sentimos alejarse el crepúsculo
convertidos en crisálida.
Fuimos dos orillas unidas,
libres de cualquier recelo,
encontramos el tiempo
enredado entre los dedos,
lo compartimos
tomándonos de las manos
y ya era un nuevo mañana,
o quizás otro sueño
contigo de protagonista,
porque ahora el crisol del despertar
no se entiende sin tu materia.
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