viernes, 29 de febrero de 2008

RAZONES


Nunca estuvo
equilibrada la balanza,
pero nos encontramos
cada vez más lejos
de los lugares de los que huyen
todas las miradas,
les volvemos la espalda,
o simplemente cerramos los ojos.
Que no vengan, decimos airados,
a molestar al sol
que ama nuestra piel delicada;
a quitarnos el alimento
-que nos encanta deleitarnos
con su frescura-
o poner en peligro
el pan que nos llega cada mañana
para hablarnos
de campos fecundados.
Así día tras día,
mientras allí,
donde la única verdad es la miseria,
a ellos sólo les llegan los ecos
de los himnos de alabanza
que emitimos por las ondas,
y las sonrisas enfermas
que formulan nuestros labios.
Saben bien
que en este lado de la balanza
hay frutas, verduras,
pan, libertad y derechos,
y están cansados
de que en el aire que respiran
todo esté lleno
de un llanto incalculable.

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