Nunca estuvo
equilibrada la balanza,
pero nos encontramos
cada vez más lejos
de los lugares de los que huyen
todas las miradas,
les volvemos la espalda,
o simplemente cerramos los ojos.
Que no vengan, decimos airados,
a molestar al sol
que ama nuestra piel delicada;
a quitarnos el alimento
-que nos encanta deleitarnos
con su frescura-
o poner en peligro
el pan que nos llega cada mañana
para hablarnos
de campos fecundados.
Así día tras día,
mientras allí,
donde la única verdad es la miseria,
a ellos sólo les llegan los ecos
de los himnos de alabanza
que emitimos por las ondas,
y las sonrisas enfermas
que formulan nuestros labios.
Saben bien
que en este lado de la balanza
hay frutas, verduras,
pan, libertad y derechos,
y están cansados
de que en el aire que respiran
todo esté lleno
de un llanto incalculable.
equilibrada la balanza,
pero nos encontramos
cada vez más lejos
de los lugares de los que huyen
todas las miradas,
les volvemos la espalda,
o simplemente cerramos los ojos.
Que no vengan, decimos airados,
a molestar al sol
que ama nuestra piel delicada;
a quitarnos el alimento
-que nos encanta deleitarnos
con su frescura-
o poner en peligro
el pan que nos llega cada mañana
para hablarnos
de campos fecundados.
Así día tras día,
mientras allí,
donde la única verdad es la miseria,
a ellos sólo les llegan los ecos
de los himnos de alabanza
que emitimos por las ondas,
y las sonrisas enfermas
que formulan nuestros labios.
Saben bien
que en este lado de la balanza
hay frutas, verduras,
pan, libertad y derechos,
y están cansados
de que en el aire que respiran
todo esté lleno
de un llanto incalculable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario