Ahora, su vida es destrucción.
Para los guionistas es solamente
un espectáculo lleno de horrores
que llega diariamente con las noticias.
Son incapaces de ver más allá
del horizonte de sus cómodos salones.
Los creadores de la plaga argumentan
que este hoy es mejor que el ayer,
pero los muertos se renuevan
y los ríos y los valles del Edén
se oscurecen con el color de la sangre.
Los habitantes de Bagdad, Basora,
y demás ciudades que fueron cuna
de civilizaciones milenarias
están sumidos en una oscuridad
a la ya que no le quedan sueños.
Poco importa el número de víctimas
ni sus voces, que buscando respuestas,
obtienen el silencio de los caídos.
Nada borra la sonrisa infame
de los guardianes de la libertad
y los valedores del más cruel fanatismo.
No se elevan oraciones por los muertos:
demasiados féretros esperan turno,
ataúdes levantados deprisa, porque
no hay tiempo para ritos funerarios.
Se suceden sin cesar los ataques,
cada atentado es más cruel que el anterior,
se muere en soledad o acompañado
mientras lejos de la pesadilla,
los verdaderos culpables elevan discursos,
hacen proclamas, duermen tranquilos.
Al fin y al cabo, les libraron del dictador.
Para los guionistas es solamente
un espectáculo lleno de horrores
que llega diariamente con las noticias.
Son incapaces de ver más allá
del horizonte de sus cómodos salones.
Los creadores de la plaga argumentan
que este hoy es mejor que el ayer,
pero los muertos se renuevan
y los ríos y los valles del Edén
se oscurecen con el color de la sangre.
Los habitantes de Bagdad, Basora,
y demás ciudades que fueron cuna
de civilizaciones milenarias
están sumidos en una oscuridad
a la ya que no le quedan sueños.
Poco importa el número de víctimas
ni sus voces, que buscando respuestas,
obtienen el silencio de los caídos.
Nada borra la sonrisa infame
de los guardianes de la libertad
y los valedores del más cruel fanatismo.
No se elevan oraciones por los muertos:
demasiados féretros esperan turno,
ataúdes levantados deprisa, porque
no hay tiempo para ritos funerarios.
Se suceden sin cesar los ataques,
cada atentado es más cruel que el anterior,
se muere en soledad o acompañado
mientras lejos de la pesadilla,
los verdaderos culpables elevan discursos,
hacen proclamas, duermen tranquilos.
Al fin y al cabo, les libraron del dictador.
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