Este poema va por ustedes,
porque son tantos que nunca
puedo dejar de sorprenderme:
Va por los abanderados de la cultura
que subliman la sosez de su vida
con pretensiones de profundidad
y son capaces de vender a su madre
por cinco minutos de atención fingida.
Va por los que se autodestruyen
en nombre de conceptos que no entienden,
con tal de estar en la vanguardia de algo,
y militar con la fe de un sectario
mientras abominan de otras opciones
que no sean la que han elegido.
Va también para los que tienen alma de acólitos,
en la esperanza de que encuentren un día
la personalidad que han perdido.
Por los enfants terribles venidos a menos,
por esas estrellas de profesión
que nunca se darán cuenta de su estupidez
porque son demasiado gilipollas para asumirla.
Va por los lanzadores de dardos con la lengua,
los pasivos agresivos, los trepas
y demás fauna que se abre paso
en el mundo dando codazos por doquier,
por los que jamás sabrán guardar
el delicado equilibrio que existe
entre lo que es conocer y conocerse.
Va, por último, para los que se me quedan
en el tintero de estos versos,
quiero agradecerles sinceramente
su contribución a esa mala leche
que también forma parte de mi sentir
y que fortalecida por su presencia
estaría perdida de no haberlos conocido.
Gracias porque soportando lo que son
he descubierto lo que jamás querría ser.
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