miércoles, 21 de octubre de 2015

EL ADIÓS A UNA NIÑA







Ha muerto definitivamente
pero el dolor se agudizó
hasta extremos inconcebibles
pues la ciencia
que no podía salvarla
quiso condenarla
a la muerte en vida,
pero ahí está la losa
confirmando el fin de la agonía
tras un largo epílogo
de ávidos bisturíes,
la avidez de las máquinas
y la frialdad de los profesionales.

Era sólo una niña
y la piedad quedó fuera
del hospital donde anidaban
los días aciagos
para ella y su familia
y un espejo prolonga
su adversa simetría
sobre los pacientes inermes.

Puede que no haya
acabado el eclipse,
que el dolor se prolongue,
que la noche siga
proponiendo al aire
proyectos infinitos
que ya apenas perturban
porque se abandonaron:
pero hoy deviene
la posibilidad del descanso
de una derrotada memoria
que no era defendida
por la sensatez y la justicia.

Ahora, en la incertidumbre
de esta muerte,
sus padres podrán contemplar
a solas una luz difusa,
cada vez más lejana:
la del amor en el despido.
Habrá para ellos en las playas
pura lluvia sin fin
y en los caminos
igual desesperanza...
Pero volverán a brotar
hojas en los árboles
tras este otoño helado
que les tocó angustiar.









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