viernes, 1 de agosto de 2014

ESCOTES





Enclave carnal de lo femenino,
se muestran como por descuido
y con suave y rumoroso vaivén
despliegan sus encantos
siempre irresistibles a la mirada.
Bellas desconocidas
que se cruzan unos segundos
en nuestras vidas
o la compañera de siempre
que se deshoja para nosotros
y nos lleva en el calor del día
por senderos en sombra junto al mar.
Su arma no tan secreta
es la insuficiencia de la mirada
que desciende, curiosa, gruta abajo
y espeleóloga de cuerpos
intenta saber siempre
lo que puede haber más allá:
Escotes valerosos,
comprimidos o libres de ataduras
que nos apuntan rebeldes
y sabiéndose observados
se dejan acariciar en un juego
cálido y no tan inocente
de insinuaciones y miradas.
Con el calor han llegado
las camisetas ajustadas
los vestidos vaporosos
los botones entreabiertos
que de alguna manera vaga
conforman un imaginario colectivo
del deseo, la metáfora suprema
de la sensualidad y la belleza.
En la travesura de enseñar
lo que en el fondo se oculta
hay una invasión silenciosa
que conquista nuestros ojos
y ha venido para quedarse
porque el verano es su territorio. 





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