lunes, 11 de agosto de 2014

ALMA Y VIDA






Aunque a veces no sea
tan simple abrazar la distancia
entre nuestra alma y la vida
hasta unirlas en un todo indivisible,
hay que tirar de ella con afán
de semblantes tranquilos
y abandonar esa actitud
que indefectiblemente nos lleva
a cultivar nuestros quejidos
y cosechar con denuedo
horas inermes y heladas
culpando al tiempo y el espacio.
Sólo así podremos conseguir
la suerte de una tierra menos dura
que el azar o la entelequia
y retomar lo axiomático
del derecho a ser feliz
que traspasa nuestra carne
y se conforma como principio y final
de todos nuestros anhelos
para que el cielo sea un colchón
de tréboles de cuatro hojas
y no exista el infierno de existir,
para abrazar al sueño que nos abrace
bordarle las plumas a las alas rotas,
coser las grietas y saber
que siempre vivirán frente al espejo
unos ojos que nos amen,
despertar y descubrir que las ilusiones
son algo más que sonreírle
nuestra sempiterna tristeza al sol
hasta que la noche llegue
porque yo que algo se de eso
puedo decirte que nada está escrito
y el futuro siempre nos espera...



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