jueves, 26 de junio de 2014

PROSPECCIONES



Hoy este pequeño rincón se salta su rutina literaria habitual porque aunque su autor tenga un alma internacionalista, ama profundamente el lugar donde tiene sus raíces. Proviene de un pequeño y hermosísimo archipiélago perdido en la inmensidad del Atlántico que siempre tiene sus puertas abiertas a todo el que decida venir a visitarlo. El orgullo de sus habitantes y el asombro de los que por aquí pasan está en la variedad de sus paisajes y ecosistemas, una joya que convierte esta zona del mundo en una de las más protegidas ecológicamente hablando. Canarias es también una fuente inagotable de energías alternativas: El sol, el viento, las olas, las mareas...

Pero todo este precioso tesoro no cuenta cuando lo prioritario son los negocios y el enriquecimiento de unos pocos a costa del bienestar de la mayoría. El gobierno de España ha decidido apostar por la búsqueda de petróleo a gran profundidad en aguas cercanas a las islas, otorgando una concesión a la multinacional Repsol y haciendo oídos sordos al rechazo frontal de la población y las distintas instituciones políticas, científicas y educativas canarias, así como la totalidad de grupos ecologistas locales y foráneos. La posibilidad de un vertido masivo de petróleo sería un atentado ecológico de magnitudes insospechadas que afectaría a nuestra principal fuente económica, el turismo y a la actividad pesquera. E incluso a nuestra principal fuente de agua, que se realiza mediante potabilizadoras que transforman el agua marina en potable. La iniquidad llega a tal punto, que incluso se impide que los canarios podamos decidir en referéndum sobre algo tan grave, dando una estocada casi mortal al concepto tradicional de democracia sustituido por otro donde los representados no tienen posibilidad de hablar, salvo cuando lo permiten los que en teoría han de estar a su servicio.

Y para mostrar el rechazo que esta sinrazón nos produce, nada mejor que acudir a uno de los más grandes poetas canarios, un maestro bajo cuya sombra este humilde escribidor se acoge. D. Pedro García Cabrera, en su libro de 1977, ‘Ojos que no ven’, publicó este poema titulado Polución. Hoy seguro que se está revolviendo de ira en su tumba:


Ahora sí que estamos en capilla. 
Ningún juez ha firmado la sentencia 
para dejar de ver el rostro de los días, 
los cabellos del aire, 
los pies de las montañas. 
Las fábricas se salen con las suyas: 
inmolan 
lo que aún nos quedaba en el haber. 
Y la muerte produce dividendos 
en esta sociedad a tumba abierta 
que llaman de consumo. 
Hasta a la mar le duele el horizonte, 
la soledad de nuestra compañía. 
Está perdiendo el aire los pulmones, 
la mar sus esperanzas 
y los ríos sus muslos sin regazo. 
Y no digamos nada de las penas 
de quienes van la noche trabajando 
para dar con el alba. 
Haced un plebiscito. 
Y que voten los árboles 
con sus nidos vacíos, 
las aguas con sus peces flotando a la deriva, 
las desprovistas madrigueras. 
Y que voten también los desiertos, 
las islas, las arenas, 
los cestos de basura de las calles, 
el beso de los novios y los cines. 
Sí, votemos por el sueño de la vida 
los que estamos al borde de la muerte. 






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