Hoy este pequeño rincón se
salta su rutina literaria habitual porque aunque su autor tenga un alma
internacionalista, ama profundamente el lugar donde tiene sus raíces. Proviene
de un pequeño y hermosísimo archipiélago perdido en la inmensidad del Atlántico
que siempre tiene sus puertas abiertas a todo el que decida venir a visitarlo.
El orgullo de sus habitantes y el asombro de los que por aquí pasan está en la
variedad de sus paisajes y ecosistemas, una joya que convierte esta zona del
mundo en una de las más protegidas ecológicamente hablando. Canarias es también
una fuente inagotable de energías alternativas: El sol, el viento, las olas,
las mareas...
Pero todo este precioso tesoro
no cuenta cuando lo prioritario son los negocios y el enriquecimiento de unos
pocos a costa del bienestar de la mayoría. El gobierno de España ha decidido
apostar por la búsqueda de petróleo a gran profundidad en aguas cercanas a las
islas, otorgando una concesión a la multinacional Repsol y haciendo oídos
sordos al rechazo frontal de la población y las distintas instituciones
políticas, científicas y educativas canarias, así como la totalidad de grupos
ecologistas locales y foráneos. La posibilidad de un vertido masivo de petróleo
sería un atentado ecológico de magnitudes insospechadas que afectaría a nuestra
principal fuente económica, el turismo y a la actividad pesquera. E incluso a
nuestra principal fuente de agua, que se realiza mediante potabilizadoras que
transforman el agua marina en potable. La iniquidad llega a tal punto, que incluso
se impide que los canarios podamos decidir en referéndum sobre algo tan grave,
dando una estocada casi mortal al concepto tradicional de democracia sustituido
por otro donde los representados no tienen posibilidad de hablar, salvo cuando
lo permiten los que en teoría han de estar a su servicio.
Y para mostrar el rechazo que
esta sinrazón nos produce, nada mejor que acudir a uno de los más grandes
poetas canarios, un maestro bajo cuya sombra este humilde escribidor se acoge.
D. Pedro García Cabrera, en su libro de 1977, ‘Ojos que no ven’, publicó este
poema titulado Polución. Hoy seguro que se está revolviendo de ira en su tumba:
Ahora sí que
estamos en capilla.
Ningún juez ha firmado la sentencia
para dejar de ver el rostro de los días,
los cabellos del aire,
los pies de las montañas.
Las fábricas se salen con las suyas:
inmolan
lo que aún nos quedaba en el haber.
Y la muerte produce dividendos
en esta sociedad a tumba abierta
que llaman de consumo.
Hasta a la mar le duele el horizonte,
la soledad de nuestra compañía.
Está perdiendo el aire los pulmones,
la mar sus esperanzas
y los ríos sus muslos sin regazo.
Y no digamos nada de las penas
de quienes van la noche trabajando
para dar con el alba.
Haced un plebiscito.
Y que voten los árboles
con sus nidos vacíos,
las aguas con sus peces flotando a la deriva,
las desprovistas madrigueras.
Y que voten también los desiertos,
las islas, las arenas,
los cestos de basura de las calles,
el beso de los novios y los cines.
Sí, votemos por el sueño de la vida
los que estamos al borde de la muerte.
Ningún juez ha firmado la sentencia
para dejar de ver el rostro de los días,
los cabellos del aire,
los pies de las montañas.
Las fábricas se salen con las suyas:
inmolan
lo que aún nos quedaba en el haber.
Y la muerte produce dividendos
en esta sociedad a tumba abierta
que llaman de consumo.
Hasta a la mar le duele el horizonte,
la soledad de nuestra compañía.
Está perdiendo el aire los pulmones,
la mar sus esperanzas
y los ríos sus muslos sin regazo.
Y no digamos nada de las penas
de quienes van la noche trabajando
para dar con el alba.
Haced un plebiscito.
Y que voten los árboles
con sus nidos vacíos,
las aguas con sus peces flotando a la deriva,
las desprovistas madrigueras.
Y que voten también los desiertos,
las islas, las arenas,
los cestos de basura de las calles,
el beso de los novios y los cines.
Sí, votemos por el sueño de la vida
los que estamos al borde de la muerte.
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