Hace
poco encontré
aquél
viejo cuaderno
donde
escondí
las
primeras palabras
que
intenté convertir
en verso.
Me sobrevino
de pronto
la fiebre
que las animaba,
y las
convertía en acordes
liberados
sin aviso.
Palabras
sencillas,
carentes
de de aspiraciones
fatuas
de ser leídas
por
otros,
todo
para atenuar
una
llama
para
atraer el vuelo
de los
pájaros
sobre la
espesura
abandonada
de la vida.
Palabras
escondidas
en lo
que tiene
la vida
de sincera
cuando
algo se pierde,
un aire
de lágrimas
derramadas
sobre el papel
en trazos de vuelos
que deja el silencio.
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