Algunas reacciones a la propuesta
de referéndum del presidente del gobierno canario están resultando un poco
surrealistas. Lo que la mayoría de la izquierda isleña encuentra mal del
anuncio de Paulino Rivero, es que no se aplique a otras cosas. Cada uno muestra su particular receta: Un
referéndum sobre el puerto industrial de Granadilla, la reforma electoral, el
Régimen Económico y Fiscal... A partir de ahí la lista puede volverse
interminable. Prodigioso descubrimiento: el referéndum como chute vitamínico al
deteriorado sistema democrático: la varita mágica a todos nuestros problemas.
El referéndum como alfa y omega de una verdadera democracia participativa. Y empiezan
a resultar sospechosos aquellos que no lo admitan como un método ya no
intachable, sino inmejorable para la toma de decisiones políticas democráticas.
A la izquierda que padecemos, esa que abomina del régimen electoral pero se relame
pensando en los diputados, senadores y concejales que les prometen las
encuestas, al parecer le traer sin cuidado que esta sea una operación política
del presidente Rivero legalmente inviable y de la que solo puede extraerse
réditos propagandísticos. Compañeros, explotemos las contradicciones del
sistema, como rezaban las viejas jergas de hace cincuenta años, por otra parte
tan parecidas a las nuevas.
Sinceramente, un referéndum no
tiene por qué ser el mejor mecanismo de toma de decisiones. Los muy civilizados
suizos acaban de manifestarse impresentablemente en una consulta para limitar
con severidad xenofóbica la entrada de emigrantes en la Confederación
Helvética. Como técnica de participación política los referéndums tienen
ventajas, pero también costes: ofrecen soluciones en blanco o negro para
problemas complejos, limitan la autonomía de los representantes públicos y
restan incentivos al debate y el acuerdo, sin contar con sus problemas
operativos. Supongamos que en este caso se pudiera hacer una consulta
jurídicamente vinculante sobre las prospecciones de Repsol: Lanzarote y
Fuerteventura votan mayoritariamente en contra, pero gana en el conjunto
regional el voto a favor por un estrecho margen: Tendríamos un resultado a
todas luces inviable. Aún así lo primordial es que sobran razones para oponerse
por cualquier medio y con perfecta legitimidad democrática, a una amenaza
ecológica y medioambiental de primer orden, dadas las inalterables posturas de
Repsol y el Ministerio de Industria, que no atienden a razones ni ecológicas ni
científicas. Con todas las suspicacias que ocasione en el fondo y la forma, y
lo convoque Rivero o Pepito el de los Palotes, bienvenido sea al menos el
debate sobre la posibilidad del referéndum para que cada canario tome
conciencia de lo que la lamentable propuesta de prospecciones petrolíferas significa
para el medioambiente y la economía canarias y nuestro derecho a decidir sobre
lo que verdaderamente nos concierne.
Y si existe una Constitución
que les sirve a algunos de pretexto para negarnos ese derecho y atentar contra
el archipiélago, tal Carta Magna ha perdido su razón de ser, porque en su día se
redactó para que sirviese de marco legal democrático, en contraposición a las
leyes que sustentaron la dictadura. Si ahora se esgrime como corsé, una parte
esencial de su espíritu renovador se ha perdido por el camino. Y de paso, El
Contrato Social que nos une al resto del estado empieza a resquebrajarse. Así
de simple es la cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario