miércoles, 11 de diciembre de 2013

MORIR DE HAMBRE



En la desolación
de la quimera arrasada
que hostiga nuestras vidas
leo que un desdichado
habitante de la calle
ha caído en la silenciosa
sima de la muerte,
que lo fue a visitar
contando sólo 23 años
y 30 envejecidos kilos
de piel y huesos.
No murió de esas causas
que llamamos naturales,
aunque reconozcamos
que lo natural sea
morirse de hambre
cuando durante días
no se tiene que comer.
No pasa nada,
mañana lo habremos
olvidado y así
nos seguirán precipitando
en la silenciosa y turbia
sima del espanto
que tan magníficamente
han ideado para nosotros
los adalides del sistema...
Y en pocas jornadas
volverán los deseos
de paz y felicidad
a encender de falacias
los corazones agotados,
quizás por eso el empeño
en llenar de luminarias
las ciudades y los pueblos,
salvo por supuesto
los callejones oscuros
donde la miseria le hace
frágiles guiños a la muerte.




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