jueves, 24 de mayo de 2012

MENTIRAS SOCIALES



El Poder ya casi no tiene medida, es presión, intervención continua en lo íntimo y colectivo con la intención de estrechar el espacio vital donde la vida de cada uno se instala. Se acotan espacios concretos, calles, zonas, barrios o lugares mentales que van siendo limitados o reconducidos a tópicos. Así la memoria, la intimidad, el “como” concreto en que cada uno vive se reduce a un continuo que acaba constituyendo nuestra existencia, por otro lado sin diferencias significativas con la de los demás. Porque el organismo al que nombramos con viejas palabras como “sistema”, parece tener como objetivo, como función, el conseguir un único estilo, una única forma, un único modelo en todo lo que exprese o contenga vida. El poder de nuestro tiempo y la sociedad desarrollada en que existimos está consiguiendo expandirse con la intención de adquirir el monopolio sobre todos. Los ejemplos que se exponen a continuación pretenden ser pistas de cómo actúa, como induce, como nos manipula hasta conseguir hacer normal y obvio lo que de ninguna manera ha de serlo.

Como en lo cotidiano de nuestro hablar, que nos ata a un espacio muy estrecho donde los eufemismos dan vueltas y piruetas para nombrar lo que podría ser inaguantable si se dijera de otra manera... Y hay una realidad insoportable porque se da un opuesto escondido, oculto, innombrado, que quiere pasar por invisible para dotar a la realidad de un poder que la presente como la única posible. Así decimos los “menos favorecidos” donde hay pobres porque si hay pobres es porque hay ricos y viceversa. Hablamos de “emprendedores”, de su vida como proyecto personal cuando lo es del capital, cuando no son sino trabajadores expulsados de su condición de asalariados. Y si hay emprendedores de la vida propia es porque se da la adquisición de la vida ajena como vida propia. Ejemplo claro de la integración de todo y todos en el capital y el trabajo que lo nutre y alimenta es la integración de los “discapacitados” que tan solo lo son respecto a los no discapacitados para la actividad productiva normal.

Señalamos como “Tercer Mundo” a la vida y geografía que acumula la miseria y la porquería de los que vivimos en abundancia. El “consenso” y la negociación se presentan como panacea y remedio de todos los conflictos cuando son muestra del espíritu mercantilista y de mercadeo al que los partidarios y partidos del capital han sido seducidos: todo se pacta siguiendo una ley mercantil; consenso es el eructo conque se acaba la comida que cierra los negocios. Descubrimos la “deslocalización” como algo nuevo para referirnos a la antiquísima práctica de conseguir mano de obra lo más barata posible; en definitiva explotar sin medida a los más pobres. La publicidad nos vende, y nos vende enteros con nuestro cuerpo convertido en mercancía. El producto a vender es la propia persona, la mercancía de estar vivos. Con esta intención de venta se personaliza todo: un ordenador, un automóvil, una camiseta, un viaje, un peinado... “¿En qué puedo ayudarte?” dice el comerciante cuando pretende venderte algo...

Leemos, escuchamos y sobre todo vemos noticias que tienden tan solo a señalar titulares o impactantes imágenes. Sin embargo pocas veces desarrollan causas ni efectos, antes ni después o lo que es lo mismo, a vencedores y vencidos. La información así entregada de forma aséptica no se arriesga a crear condiciones en que las personas formen opinión, dictaminen lo que consideran correcto pensar para que tras deliberar actúen en consecuencia. Parece que en ningún momento se crean mínimos para lanzar una duda, pregunta, insinuación, una indecisión que coarte la opinión dada como general. La actualidad mostrada de esa manera adormece estrechando el límite de nuestro mundo, de nuestra vida, ampliando el tiempo mercancía del cerebro. Espacios físicos que tampoco permiten dudar se dan con la moda de la plena visibilidad en ámbitos de trabajo (espacios físicos abiertos y transparentes), y de ocio; transitar por una calle comercial, por un espacio en principio de todos y de nadie, público, es no poder distinguir cuando se está en el interior del comercio, del espacio privado. Los ámbitos se mezclan, se superponen confundiéndose así la vida que paseaba, que pasaba, con la que sólo compra. El ocio es venta, negocio; el trabajo es visible e indistinguible del ámbito del ocio.

Hay muchas más palabras y cotidianidades que no hacen efectivo y real lo que nombran, engañando con tanta insistencia que acaba siendo escurridiza la mentira y por tanto se fija como verdad: Salario interprofesional y pensiones mínimas se permiten como garantía de miseria si son únicas fuentes de ingreso; detrás se esconden los intereses de fijar estas cifras como señales que miden los mínimos de los que se nutren los máximos y es allí donde se hace de verdad la economía. Seguimos comiendo de la mano de señores que poseen feudos y derechos que no abandonarán porque, sencillamente, siguen siendo suyos desde siempre. La eugenesia está muy presente en un sistema sanitario que deja en espera a enfermos que no pueden pagar su posible curación. Que mejor muestra que una vida concreta vale más que otra cuando unas vidas, unos cuerpos sufren más dolor que otros en función de sus rentas...

La confusión y la crisis anulan las memorias y las ansias de lucha. El convertirnos en vencidos antes de empezar permite que retrocedamos a unas condiciones laborales superadas cuando había una posición sólida de los trabajadores que se concretaba en la lucha de clases. El retroceso a salarios más bajos o lo que es lo mismo, mayor jornada de trabajo y más vida de uno que no es nuestra y menos tiempo posible de hacer libertad, se ofrece con la gran mentira de ser la única posibilidad de mantener esos mismos puestos de trabajo. Debemos trabajar más horas para no perder el empleo, para que las empresas no se “deslocalicen”, como si el capital hubiera tenido alguna vez un territorio fiel al que servir y se pudiera dar un amo sin beneficios.

Falsedades. Mentiras que nos empotran en la mente y nos apagan gradualmente la vida.

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