viernes, 23 de marzo de 2012

NOCHE



No hará falta decir nada
para no perturbar la placidez
de ese  rastro de luz
de la luna cuando nos mira.
Probablemente cierre los ojos
para no vernos charlando
sobre las espinas cotidianas
o la próxima desilusión
que la vida nos ofrezca.
Sólo habrá sensaciones
como las que rozan suave
la superficie placida del mar
cuando todo está tranquilo
y que no salpican
de humedad los ojos
ni traspasan más allá
de la ternura en la mirada.
No hará falta buscar
temas de conversación
que están en todas las bocas:
Yo podría decir, por ejemplo,
que es un magnífico momento
deseando que en tu respuesta
me deslumbre el acuerdo.
Luego de un breve silencio
para tomar aire en el alma,
es posible que te escuche
reflexionar en voz alta
sobre las noches de invierno
donde el frío se consume
en la calidez de un abrazo.
Yo asentiré sintiendo
que la felicidad penetra
a veces por los poros
mientras el té humeante
nos acaricia la garganta.
Y volveremos a callar
paladeando el dulce efecto,
en una larguísima pausa,
de nuestras palabras leves
acunándose en el aire...
Después tal vez hagamos
alguna mención inocua,
como que oscurece pronto,
porque en realidad sabremos
que no hace falta pronunciarse
cuando se ha sentido todo
aquello que era necesario.
Y cuando el sueño llegue,
acaso nos inunde el fulgor
de un beso mientras dormitas
en la suavidad de mi abrazo
y yo celebro ese momento
en que la belleza descansa
en la delicia de tus facciones.

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