miércoles, 22 de febrero de 2012

CON POCO



Los que nos vanagloriamos
de nuestras malogradas vidas
sabemos que hay pocas cosas
a las que otorgarle el valor
que verdaderamente merecen.
No aspiramos a la eternidad,
ni en el transcurrir de la vida
ni muchos menos con el enfoque
de cuando nos hayamos muerto.
Somos extrañamente propensos
a echarle un vistazo al mundo
bajo la luz de la reflexión
y nos complace ser expertos
en inventariar juegos prohibidos
para delimitar los dogmas
ante los que nos definimos.
Procuramos no ahogar
nuestros mares en un vaso
y nos gusta improvisar
variopintos catálogos de colores
para pintar de diversidad la vida.
Apreciamos en lo que valen
los que no pasarán a la historia
y jamás obtendrán reconocimiento
aunque de sobra se lo merezcan.
De esta manera tan particular
nos vamos ganando el derecho
a nuestro trocito de anónimo paraíso.
Por cierto, que el mío ya lo he elegido:
se encuentra a la vuelta de tu cuerpo,
y en el hermoso sentir de tu sonrisa.

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