lunes, 15 de noviembre de 2010

HORIZONTES


Cada uno de nosotros posee su peculiar idiosincrasia a la hora de mirar: la crítica, la sensualidad, la poesía, el mundo onírico, los deseos incognoscibles, la ira, lo cotidiano, la sociedad, la tristeza, el entorno, la existencia… Todo lo que en definitiva nos hace sentirnos vivos y nos convierte en seres sensibles que no solo tienen que estar sino que sobre todo han de ser.

Nuestros ojos son órganos que deben establecer con las cosas una comunicación tal que sea capaz de producir un nuevo y genuino significado, esa magia inefable que sólo es capaz de generar alguien con razones propias. Existir es una invitación a mirar, a indagar, a interrogar a cada una de las situaciones que vivimos, porque de ese dialogo surge siempre la expresión, y de la expresión se nutren inevitablemente la libertad y la belleza. Una mirada podría ser, visto así, diez, cien, mil miradas. Porque toda mirada es única, y porque cada uno de nosotros debe establecer los límites y el alcance de la suya propia. O lo que es lo mismo: su personal visión de la vida.

Cuando uno se da cuenta de ese paisaje de muros visibles e invisibles de hombres cercados por otros hombres, resulta inevitable preguntarse si el camino es volverse fósil: Vida a la que le han extraído la aparente locura de sentir ese espacio donde se guardan las posibilidades no vividas, las sendas por transitar, los encuentros, las preguntas que responderá el tiempo, el sueño con que nacemos. O si el camino es otro en mitad del laberinto: No desfallecer; no permitir nuestro propio sacrificio e incluso sintiéndonos acorralados iluminar en la noche cerrada y hacer de la propia existencia una ofrenda para los otros.

Por eso hay que mirar y si se reconoce ese paisaje y se siente ante él la asfixia, hay que lanzar al viento la voz alzando el vuelo ante un mar oscuro y buscando la luz de la aurora, retomar la fantasía que un niño envolvió en un pañuelo azul celeste y guardó para el futuro, encontrar el amor buscado, dignificar el amor encontrado aún sin pretenderlo, con su tam tam en la sangre cantando la alegría de la carne encendida.

Sólo entonces comprenderás que hasta el dolor en sus raíces, también te anuncia que estás hecho de horizontes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Hay una línea muy fina entre el cielo y esto" - Bubbles.

F.T