miércoles, 22 de julio de 2009

VOLUNTADES


No poseer una personalidad marcada, unos rasgos de carácter definidos, una manera propia de afrontar la vida al margen de la mayoría... Tener cuidado de que los rasgos de originalidad propios queden bien sumergidos, fuera de la vista de los demás... Amoldarse a cada situación, a cada una de las esquinas de la vida...
Si eso es lo que pretende la colectividad de nosotros, la pregunta que deberíamos hacernos sería sobre dónde queda la autenticidad de cada uno. En las relaciones personales, a menudo se trata de venderse bien. No sólo en el trabajo, sino a la hora de hacerse querer. La cuestión es que todo está pensado para que la gente se amolde o acabe siendo señalada con el dedo. Es como si la personalidad de cada uno sufriese el mismo proceso que un trozo de barro girando en el torno, y en manos del alfarero...
Ser uno mismo con todas las consecuencias no está bien pagado en el mundo de hoy. En realidad nunca lo ha estado. De hecho, son pocos los que se atreven a ser ellos mismos. A menudo son consideradas personas excéntricas, que llaman la atención. Es la única forma de ser auténtico, y eso crea problemas. Pero resulta curioso pensar en la cantidad de gente que ha pasado a los libros de historia, habiendo sido considerado una rareza en su época.
En realidad, como en todo, se trata de buscar un equilibrio, reprimirse lo imprescindible, amoldarse lo indispensable, pero sin venderse nunca. Que odiosos son los programas de televisión dedicados a que los invitados encuentren pareja. Para ello tienen que venderse bien, quedar bien, no decir lo que no conviene, y exaltar lo que conviene que se sepa. Es un reflejo de la realidad: o eres como el agua y te amoldas a todo, o estás perdido.
También es cierto que no se puede ser uno mismo en todo momento y lugar. Hay situaciones en que no cedemos al primer impulso, y actuamos de forma diferente a como pensamos en un primer momento. Pero lo hacemos por consideración a los demás. Lo que resulta inadmisible es que una persona se llegue a sentir humillada por plantar cara a lo comúnmente establecido, herida por expresar sus propias convicciones o atacada por vivir conforme a sus creencias sin pretender imponerle nada a los demás.
Siempre ha habido demasiados apóstoles de la moral, del decoro y la decencia. Demasiados guardianes de la pulcritud en las normas de la sociedad. Es lo que algunos denominan justamente ‘la tiranía de la mayoría’. Que quieren que les diga. A veces hay que tener suficientes arrestos como para ser minoría.

1 comentario:

Jony dijo...

Bienvenido a la sociedad española. Por eso mismo me identifico cada vez más con la cultura británica, donde lo qque se pasa muchas veces actualmente en las calles españolas, ya se pasó en Inglaterra sobre los 70's con el auge del punk que cambió la manera de actuar y de pensar de toda una sociedad.

Aquí el franquismo a hecho mucho daño y aun censuramos tipos de vida alternativa. Todo aquello que no siga un patron es raro o malo y yo digo: ¿por que?