viernes, 31 de julio de 2009

LA CEGUERA DE ETA


También podría haber sido en Tenerife. ETA cumple cincuenta años, y ha decidido celebrarlo con dos atentados casi seguidos: Uno en la casa cuartel de la guardia civil de Burgos, que afortunadamente no ha causado lesiones graves, y el último ayer, en Palma de Mallorca, donde han muerto dos guardias civiles en la explosión de una bomba lapa en su vehículo. ¿Por qué elegir Palma para algo así? Evidentemente porque las medidas de seguridad personal de la policía en ese lugar se supone que son menos estrictas que en el propio País Vasco, y sobre todo, por la repercusión que inevitablemente tiene una barbarie de este tipo en un lugar turístico y en pleno verano. Este último razonamiento es el que lleva a pensar que también podrían haber elegido Canarias para perpetrar al atentado. Así que la conclusión inevitable es que Tenerife corre el riesgo de estar en el punto de mira del terrorismo.
No es cuestión de alarmar innecesariamente a nadie. Sólo nos faltaría que el peligro terrorista se sumara a la gravísima crisis que este año está sufriendo el sector turístico en estas islas, para darle la puntilla definitiva: Hoy mismo se publica la noticia de que en la operación salida del comienzo de agosto (que aquí es operación llegada), en los aeropuertos canarios hay previsto un 42% menos de movimientos que el año pasado. Un desastre para un lugar que vive en gran parte del turismo.
Pero retomemos lo de ETA, porque lo que trataba de demostrar con mi razonamiento es la asombrosa, por repugnante, capacidad del terrorismo para realizar sus análisis de la realidad (por llamarlos de alguna manera): Les es imposible ver lo que cualquiera, hasta un niño, puede ver. Porque a estas alturas de la historia, que en un lugar económica y socialmente privilegiado de Europa Occidental (y por ende del mundo) aún se utilice la violencia para defender unas determinadas posiciones políticas, simplemente no tiene nombre: Cuanta más sangre se aporte a la idea que pretenden imponer, más la destruyen y la alejan del objetivo que se pretende.
Con ello se ponen al margen de la realidad de un mundo global e interconectado, que desmiente cada día los ensueños de los violentos de una victoria por las armas. Se colocan en el extremo opuesto de lo que ha de ser un Estado de Derecho y el respeto al imperio de la ley y los derechos civiles. No es baladí la reciente sentencia en este sentido emitida por La Corte del Consejo de Europa con sede en Estrasburgo, el tribunal unánimemente reconocido como el más riguroso en esta última materia, la de los derechos humanos, donde se reconocen ilegales a los grupos políticos que apoyan al terrorismo etarra.
Pero todo esto a ellos les da igual: Crecidos por el aniversario de medio siglo de muertes, parece que han decidido alimentar con más sangre al monstruo, justo cuando más débil se sentía. Que sencillo le resulta a la estupidez y la estulticia humana hacer daño. El caso es que cada gota de sangre derramada en nombre de este desatino sólo puede acabar con una liberación, que se producirá más pronto que tarde: La que nos librará de individuos de esta calaña y sus falsos mensajes. Con ellos no hay patria ni libertad. Sólo muerte. Ese es su programa. Esa es su bandera. Ese sería el único posible futuro si triunfasen. Los asesinos de esta calaña no conocen otra cosa, les es imposible ver más allá de su propio fanatismo.

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