sábado, 20 de junio de 2009

ATENTADO

Imagen: Árbol de Gernika, símbolo de las libertades vascas
Tengo los ojos enlutados
y las manos blancas
de pesadumbre.
Los dedos se tornan yertos
y la sangre se congela
ante la vasta crueldad
del penúltimo atentado
contra la libertad y la vida.
Nada cambia
en el transcurrir inmutable
de los años sanguinarios.
En el viejo árbol,
símbolo de tantos sueños,
surge multiplicada
la mueca de un gesto
infatigable en su tristeza,
como un arado que remueva
las heridas de un pueblo
que anhela desde siempre
aromas de libertad.
Y en el alma quedan
surcos de melancolía,
donde resulta imprescindible
que florezcan sentimientos
de respeto, tolerancia y justicia.
Si no fuera así,
habrán ganado los violentos.

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