viernes, 27 de marzo de 2009

PLAN FRUSTRADO


Un par de horas atrás ni siquiera la conocía y no había tenido tiempo para razonar sobre lo que estaba pasando. El caso es que me atrajeron sus ojos llenos de melancolía, y a los pocos minutos de conocernos y mantener una conversación un tanto inconexa ya nos habíamos dado el primer beso. Ahora la sentía a mi lado mientras intentaba atinar con la llave en la cerradura de mi apartamento.
La dejé entrar primero y al cerrar la puerta me abalancé sobre su boca... Al principio respondió con la misma intensidad, pero cuando llegamos al dormitorio y comenzó la ceremonia de arrebatarnos la ropa, retrocedió, como buscando la protección del marco de la puerta. Me quedé sin saber qué hacer, sintiéndome ridículo a medio desvestir hasta que me decidí a preguntar por lo que sucedía...
-Lo siento- me respondió – pero no puedo.
Maldecí para mis adentros. Intenté conservar un poco de dignidad para que pudiésemos salir del atolladero. Y que no se me notase la frustración que empezaba a sentir.
-No importa, no te preocupes. No pasa nada. ¿Quieres que te lleve a casa? ¿Prefieres dar un paseo o tomar algo? No sé... Pero de verdad que no pasa nada...
Pero si pasaba, coño. Esta vez no quería líos, de eso ya había tenido bastante en la relación acabada hacía poco. Sólo buscaba algo tan sencillo de entender como un polvo rápido e intenso que me sirviera de terapia. Y a otra cosa. Pero no parecía que las cosas fueran por ese camino. Maldecí lo complicadas que eran siempre las mujeres. Respiré con resignación mientras esperaba su siguiente movimiento y me sentaba al borde de la cama... Se acercó lentamente, con un gesto de disculpa en la cara y las lágrimas a punto de asomarle a los ojos.
-Es que... Ya sé que te he estado dando a entender otra cosa, pero si lo hiciéramos sería porque entraña una venganza por mi parte sobre algo en lo que no tienes nada que ver. Y me caes bien, pareces ser una buena persona. No creo que te merezcas eso. Pero tampoco quiero irme, porque me gustas. Por favor, sólo abrázame y cuéntame cosas, trátame bien. No puedes ni imaginarte cómo lo necesito, aunque te parezca una locura que te lo pida una extraña...
Quedó como agotada tras el discurso, mirando a todas partes menos en mi dirección. No me lo podía creer. Ahora resultaba que la terapia sería yo. O el terapeuta, que lo mismo daba. Pero tenía un aire tan desvalido que resultaba imposible negarse. Me recosté y abrí los brazos, golpeado por un ramalazo de ternura.
-Gracias- dijo, mientras buscaba refugio y apoyaba su melena negra en mi pecho.
-¿Y qué quieres que te cuente? Así sobre la marcha no se me ocurre nada.
-Lo que sea: Me dijiste algo sobre que inventabas historias, ¿no?
Volví a respirar, medité unos segundos y empecé a narrar algo sobre un tipo entrado en años que sin venir a cuento se enamoró de una forma tan estúpida que se convenció a si mismo que había viajado en el tiempo a treinta años atrás, recuperando desde las ilusiones que creía perdidas hasta el pelo... Me enredé tanto que no supe cómo acabarla.
Notaba que mi recién estrenada amiga se iba relajando cada vez más. En eso la miré y pude comprobar que se había quedado dormida. Con cuidado logré desembarazarme del ovillo que formábamos y me incorporé despacio para no despertarla. Se la veía hermosa y relajada. Casi podría decir que feliz.
-Otra vez la jodida ternura- pensé –Es que no aprendo nunca
La tapé con la colcha y susurré un buenas noches mientras le depositaba un ligero beso en los labios. Pronunció algo ininteligible y continuó durmiendo. Como era de prever me dirigí resignado al salón para tomar posesión del sofá... A saber lo que el nuevo día nos tendría preparado. Pero en esos momentos decliné siquiera imaginarlo: Al paso que iban las cosas, seguro que no acertaba.

No hay comentarios: