domingo, 11 de enero de 2009

LOS NIÑOS ROBADOS POR LA DICTADURA


Uno de los episodios más terribles y desconocidos del franquismo se refiere a los miles de niños de origen republicano sustraídos a sus padres por la dictadura en las décadas de los 40 y 50. Ha sido este un oscuro episodio sobre el que aún se desconocen muchos detalles, y del que la población en general no tiene conciencia de que haya sucedido. Pero así fue. Se me ha hecho presente de nuevo al leer el escrito del juez Garzón, mediante el cual insta a siete juzgados españoles a investigar el paradero de los miles de hijos de republicanos españoles que fueron sustraídos a sus padres después de la Guerra Civil. Las reivindicaciones sobre la recuperación de la Memoria Histórica no deberían centrarse únicamente en la recuperación de los restos de los asesinados y desaparecidos, porque estremece saber que actualmente hay contabilizados 30.960 casos de niños que tras ser arrancados por la fuerza a sus padres, se les cambió los apellidos y acabaron en familias adictas al régimen o en espantosas instituciones del Estado para ‘que expiaran los pecados de sus progenitores’, con un ánimo claramente de castigo. Tampoco se ha investigado demasiado en la responsabilidad de la iglesia católica en este asunto, en el que se sospecha con fundadas razones que tuvo un destacado protagonismo.
Resulta asombroso que a estas alturas sepamos con mediana claridad lo sucedido en este mismo sentido durante la dictadura argentina, y entre nosotros siga pesando la losa de la desmemoria y la indiferencia.
Algunos historiadores y testimonios que circulan en internet han querido arrojar luz sobre las tinieblas del olvido, pero fue una novela publicada en 2006 por la editorial Alfaguara, escrita por Benjamín Pardo, la que me puso en antecedentes de los hechos. Su título: ‘Mala gente que camina’, y dadas las circunstancias debería ser de lectura obligatoria para todos. En ella se cuenta que el sistema se cimentó en torno a la ideología de un tenebroso personaje, el siquiatra Antonio Vallejo Nájera, que sostenía que el marxismo era una enfermedad mental y hereditaria que exigía el hacha de podar a las familias para extirpar la mala hierba que emponzoñaría las mentes de los retoños. Increíble que alguien pudiera dar pábulo a semejante patraña, pero así fue, y lo que vino después es una vergüenza histórica de tamaño descomunal. Hasta tal punto que la misma Carmen Polo se dice que llegó a investigar lo que sucedía en los centros, pues le resultaba difícil creer los rumores sobre la crueldad con que se trataba a los internos.
Un primer paso positivo vino con la declaración condenatoria de la dictadura franquista, sancionada el 17 de marzo de 2006 por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. En ella se exponía que ‘los niños perdidos son también parte de las víctimas del franquismo’. Pero han transcurrido casi tres años y nada se ha hecho, hasta que Garzón ha vuelto a retomar el caso. Aclararlo parece una tarea ineludible si no queremos seguir guardando la basura debajo de la alfombra de esta democracia que sigue estando tan lamentablemente coja.
Mientras tanto se hace ineludible recordar la vieja máxima que aparecía hace tiempo en algunas pintadas callejeras, elevando el valor de la lectura hasta la categoría de remedio curativo contra los males sociales: 'El peligro del fascismo se cura leyendo'. Hagan caso. Lean e infórmense. Aún quedan muchas cosas por descubrir.

No hay comentarios: