domingo, 22 de junio de 2008

LA LENGUA Y ALGUNAS ACTITUDES DEL GOBIERNO

Bibiana Aido, Ministra de Igualdad en el Gobierno Español
Entre las sorprendentes polémicas que cada cierto tiempo toman por asalto los medios de comunicación, nos hemos entretenido en España en días atrás con la surgida a raíz de que Bibiana Aido, la recientemente nombrada Ministra de Igualdad, en una comparecencia parlamentaria haya utilizado el término “miembra” (con perdón) como alternativa femenina a la palabra “miembro”. Mire usted por dónde, con la cantidad de enemigos que tiene la lengua española: Anglicismos que se cuelan por todos lados, el lenguaje propio de los sms, los escasos índices de lectura, las incorrecciones en los medios... Ahora resulta que también se le ha vuelto en contra lo que hemos dado por bautizar como lenguaje de lo políticamente correcto. Desconozco si la ministra, en su loable afán de darle contenido a su ministerio, lo hizo para alzar una lanza contra el sexismo o por simple desconocimiento. Sin embargo, maldita la gracia de mezclar la gimnasia del género como instrumento del idioma con la magnesia de la discriminación en materia de sexo: No parece una buena idea cargarse lo primero persiguiendo el Muy Loable Propósito de lo Segundo. De esa manera, lo único que acaba por conseguirse es contribuir a alterar las estructuras de una lengua bastante maltrecha de por si, y lo que es más grave, desde las tribunas de un organismo desde donde se debería predicar con el ejemplo de lo contrario.
Cierto es que un idioma es algo vivo, y las palabras nacen y mueren contribuyendo con ello a su enriquecimiento y vitalidad. En una comunidad de 500 millones de hispanohablantes la variedad y riqueza del español es un tesoro inmenso que deberíamos valorar en lo que merece, pero esa diversidad está cimentada en unas estructuras léxicas muy concretas que nos ha dado la posibilidad de mantener a través de los siglos un nexo de unión, por encima de rivalidades, incomprensiones y distanciamientos políticos y geográficos.
La libertad de expresión es un bien insustituible: Al igual que a nadie se le puede prohibir que hable, tampoco se le ha imponer la exigencia de hacerlo sin mácula alguna. Eso nos llevaría por un camino muy peligroso. Sin embargo, los que de una manera u otra nos expresamos en público cargamos especialmente con la bendita responsabilidad de manejar la palabra como instrumento de cultura, y estamos obligados a cuidar con esmero el idioma en el que nos expresamos. Es un patrimonio que nos viene de muy lejos y ha de transmitirse con respeto e idéntico esplendor a las generaciones venideras. No creo que combatir el sexismo esté reñido de manera alguna con esa responsabilidad. Todos deberíamos ser de motu propio miembros de ese club, ya se sea escritor o escritora, político o política, hombre o mujer. En cuanto a lo de calificar como miembras al segmento femenino de cualquier círculo social..., mejor olvidarlo. Por cierto: La señora Ministra no parece que le haya dado demasiada importancia a su error léxico, entendiendo como exageradas las reacciones en contra que han surgido, y reivindicando que quizás fuera mejor rectificar los diccionarios.
Pues que bien. Quizás como el Gobierno anda un poco despistado últimamente sobre dónde están su izquierda y su derecha, ya no sabe a qué recurrir para salvar la cara. Desde esta humilde tribuna me pregunto de qué igualdad hablamos en determinadas cuestiones cuando en materia de inmigración, por ejemplo, el PSOE vota con absoluto cinismo a favor de la llamada Directiva de la Vergüenza en el Parlamento Europeo y además pretende modificar la Ley de Extranjería para obstaculizar el reagrupamiento familiar de los inmigrantes, con el fin de que no se produzca una invasión en masa, obviando que actualmente un extranjero que quiera traer a su mujer e hijos a este país, es necesario que demuestre tener medios económicos y vivienda adecuada para acoger a cada uno de los familiares: El lenguaje también sirve para moldear la realidad a nuestro antojo. Parece que la deriva del gobierno en materia de inmigración ha tomado esa vía. A eso se le llama hipocresía, señora Aido. E hipócritas a los que la practican, ya sean hombre o mujer, ministro o ministra.

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