domingo, 4 de mayo de 2008

TOROS Y SENSIBILIDADES


Uno de los pequeños placeres con los que suelo acabar cada semana es la lectura de la columna que Manuel Vicent publica en la última página del diario "el país" de los domingos, una reflexión serena sobre temas de actualidad, desde un prisma que se acerca mucho a mi propia visión de la existencia. Los que han seguido su trayectoria vital y como excelente escritor saben de su postura crítica con el mundo de las corridas de toros y la salvaje tortura que supone este tipo de 'espectáculos' para los pobres animales. Vergüenza que aún sigue vigente en este país, en nombre de una tradición que nos acerca más a la España creadora de instituciones como la Inquisición, que a la de la modernidad y el respeto por los derechos de cualquier ser vivo.
Lo increíble es que los espectadores de las corridas de toros no son seres sanguinarios, a los que se les supone una falta total de sensibilidad. Asombra la nómina de gente conocida que es capaz de disfrutar de una ceremonia de crueldad y sangre, y hablan con absoluta tranquilidad de Arte cuando se atreven a describirla. De esas personas precisamente habla Manuel Vicent, personalizándolo en Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, después de haber visto una foto de ambos como espectadores de una corrida en Barcelona. También yo los he admirado siempre en su faceta de artistas y su compromiso humano, pero este aspecto de su personalidad simplemente me repugna...
Ya sé que ninguno de los dos son asesinos por ir a los toros, pero sí alentadores y consentidores de un rito donde el sadismo alcanza cotas difícilmente soportables. Quizás como le cantan tanto a la VIDA, les encantaría ser abanderillados, ensartados, apuntillados, estoqueados, troceados… pero, eso si, todo en nombre del “arte” y de “la fiesta”. Y de la protección animal, que no olvidemos que algunos son capaces hasta de argumentar que el toro se habría extinguido como especie si no existiese la lidia.
Maltratar a un animal en la calle puede acarrear hasta penas de cárcel y seguro que ofendería la sensibilidad de estos dos fantásticos cantautores. Pero no tienen reparo alguno en que se les vea sonrientes en las gradas de una Plaza de Toros, mientras disfrutan de la escabechina. A distancia, claro. Para que la sangre no les salpique. Hay cosas que no encajan por muchas vueltas que uno intente darle.
Por suerte, los toreros hace tiempo que han dejado de ser héroes para nuestra juventud, que prefiere imitar un gol del Niño Torres, una canasta de Pau Gasol, o un revés de Nadal, a una verónica de José Tomás. Esperemos que los que se ganan la vida con un capote en la mano y un estoque en la otra, sean precisamente la próxima especie en extinción, en un futuro no demasiado lejano. Afortunadamente en Canarias existe la Ley de Protección y Derechos de los Animales, que prohíbe espectáculos sangrientos de este tipo.
Serrat y Sabina. Quién me lo iba a decir... La de sorpresas que le depara a uno la vida.

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