domingo, 27 de enero de 2008

PASIONES NOCTURNAS


Afuera te espera el frío de la noche. Sales desnuda de frustraciones, volcada en la búsqueda de algo de calidez, necesitada del susurro de una sonrisa, abrigada por la oscuridad latente de una luna que no deja demostrarte su cara oculta. Las estrellas parpadean en lo alto, libres de ataduras. Como tu ánimo. Decides llevarte una en el corazón y su luz se te refleja en los ojos. Esta vez la quieres mantener encendida toda la noche, con un servicio completo. Estás cansada de acompañamientos eventuales: Buscas un damnificado que sacie tu necesidad de sentir que sigues viva. Lo encuentras saliendo de una cafetería, tenuemente alumbrado por el resplandor que emerge de la ventana. Lo sigues. Parece tranquilo y algo triste. Decides adelantarle, dejar que te mire y perfumar el aire que respira, que pueda observar tus estudiados movimientos. Sabes cómo hacer que de el primer paso. Así pensará que será él quien elige. Mejor. Los hombres son muy suyos para cuestiones como esa.
Nunca sabrá tus verdaderas razones y que sólo es una estrella invitada para un guión escrito previamente. Porque necesitas compartir tu luz. Ser el candil que alumbre la soledad de un hombre el suficiente tiempo como para que desaparezca la tuya: Mientras haya ese frío casi glacial, mientras él no está, mientras la espera se hace tan larga y te obliga a encontrar calor y compañía en otros. Para que el deseo quede aparcado en su ausencia y alguien beba las moléculas de pasión frustrada que destilas... Porque hay algo extraño que te domina cuando no lo encuentras y necesitas sentir un presente de miradas, exprimir los jugos del amor o de algo que sea lo más parecido posible.
Se acerca, te saluda, cruzan unas palabras... Después viene la invitación a tomar algo, las insinuaciones, el juego de la seducción, una caricia furtiva. Le transmites tu aprobación, tu mirada, tu aliento... El ahora. Sin censuras ni cuestiones morales que lo enreden todo. No puedes aceptar el rol que te han señalado. Quizás porque te has trabajado, aceptado y esculpido en uno muy diferente que se delata a menudo, te recorre el cuerpo y te hace sentir viva.
Sabes que existe un lugar donde dos desconocidos pueden revelarse y hacer que los corazones se abran al unísono, donde no existen los temores, las máscaras caen, nacen las sonrisas y la libertad se nutre de pasiones encontradas.
Caminas a su lado en silencio. Un escalofrío te recorre cuando su mano te roza la espalda y una suave promesa se te dibuja en la piel erizada. Llegan por fin a casa: Cuando abres la puerta el abrazo se vuelve urgencia, la ansiedad de él se precipita sobre tus labios y sientes como por tus muslos surgen gotas de eterna inocencia que se esparcen como un día de lluvia por todos los poros de tu cuerpo. Y lo agradecen tus sentidos, infinitamente abiertos, lúcidos, conscientes de que la vida no es para pasarla esperando sentada en el banquillo, mientras van dejando un reguero de ropas tiradas de cualquier manera en el suelo camino del dormitorio, tropezando, riendo, componiendo una melodía de deleites, caricias y gemidos. Impregnando el aire de esencias íntimas y pasiones nocturnas...

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