Al sastre de las palabras no
le importa eternizar su trabajo buscando entre las telas de los diccionarios el
término que considera perfecto para el traje poético que ha de componer.
Enhebra pacientemente la aguja con un pensamiento largo y sueña con la
geometría perfecta de los días sin coser abrigos para el pueblo porque
simplemente los elementos causantes del frío no existiesen. Pero como no
es así, hilvana las horas en su máquina y cose sin descanso antes de que las
esperanzas se le congelen.
Porque a veces se desanima...
Pero sabe que las cosas, al igual que las palabras y las personas, sienten la
humillación de quienes haciendo caso omiso de su compromiso intentan
ignorarlas, y se organizan contra la dictadura de la tristeza y el desespero.
Las teclas, cual hilos de colores, se rebelan contra la desmoralización y
amenazan con sublevarse. Lo mismo ocurre con la máquina de coser versos, que
clama a su conciencia sin importarle la distancia física en que se encuentre a
cada momento. El cuarto donde tiene su taller de escritura sufre una
insurrección, nada puede enmudecer el bullicio de cientos de consonantes
indignadas cuando deciden hacer una sentada. Sobre el escritorio, miles
de vocales insurgentes aúllan sin parar dejando una vendimia inexcusable de poesías
dispersas por la habitación. A ese fenómeno inexplicable otros lo llaman
inspiración...
Pero el sastre de las palabras
sabe la verdad. Hay un dolor a democracia secuestrada que sobrevuela los
hospitales, los centros de enseñanza, las calles, los edificios y los
Parlamentos. Existe una estrategia descarnada que exige sumisión total al
desafuero, que como un virus mortal se extiende insaciable exigiendo más y más
víctimas. Por eso, aunque lo que le gusta es crear ropajes que hagan aún más
hermosa la belleza del amor; puntea prendas airadas para recordar que la cárcel
no es lugar para un sastre, ni para un alquimista, ni para un vendedor de
helados y de sueños, ni para nadie.
Palabras rojas y negras que
sustentan ideales y sueños, telas rebeldes de un azul intenso y un verde
penetrante que recuerdan la hermosa variedad de la vida, le acompañarán
siempre. Exige para el mundo un final chejoviano con aroma de cerezos y seres
humanos donde la dignidad sea bien visible en sus caras. Hoy será querer y
coser. Hoy será siempre. Hoy será, simplemente tejer poesía.
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