Sólo a los pobres
se les exige que paguen
al contado.
Sólo a los pobres
se les cobran intereses
astronómicos por impagados.
Sólo a los pobres
se les exige sacrificios
cuando la economía se tuerce.
En los balances de los bancos
parpadean en rojo
los nombres de los miembros
de la Legión de los Desesperados.
En los centros financieros,
el símbolo de la democracia
es el mismo que el del dinero
y se tiñe con el rojo
de la sangre de los inocentes.
Ahí encontramos a una minoría
nadando tanto en la opulencia
que hasta se permite la insolencia
de no pagar sus deudas
sin que el sistema se atreva
a señalarles con el dedo
por ser responsables de más dolor
del que jamás se preocupan
de imaginar siquiera.
Y es que hay tres categorías
de personas en el mundo:
Los que toman las decisiones
amparados en el anonimato,
unos cuantos que las ejecutan
argumentando que gobiernan
por el bien de la mayoría,
el último grupo del escalafón
que las sufre sin saber
por que ocurren en realidad.
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