miércoles, 3 de noviembre de 2010

MULTICULTURALISMO ES INTEGRACIÓN

Imagen: Óleo de Kandinsky
Aún teniendo en cuenta su extrema gravedad, lo peor de las crisis económicas como la que estamos atravesando no es su efecto sobre los equilibrios financieros de los individuos o sociedades que las padecen, sino sobre sus sensaciones ideológicas y mentalidades. Y en las sociedades occidentales –las receptoras de inmigrantes por excelencia-, el efecto que está teniendo sobre el fenómeno inmigratorio comienza a ser devastador. Hay que estar muy convencido, o tener una capacidad de crítica sumamente enraizada para no dejarse llevar por la marea demagógica y reaccionaria que nos invade, y que como siempre ha sido, busca culpables entre las capas más débiles de la población, y con más dificultades para hacer valer sus derechos como ciudadanos.

Por eso es imprescindible, ahora más que nunca, ser serios y utilizar argumentos a la hora de tratar el tema del fenómeno inmigratorio: Los inmigrantes sólo son un problema si los países de acogida se enfrentan a la cuestión con esa mentalidad. Para evitarlo no hay que inventar nada, pues hay ejemplos prácticos donde mirarse, hasta tal punto que hay países que han construido su identidad desde la inmigración y el multiculturalismo. Los modelos más claros están en los actuales Canadá y Australia. Pero antes de entrar de lleno en el tema, deberíamos precisar algunos conceptos, fundamentalmente sobre qué es lo que se entiende por multiculturalismo y por políticas multiculturalistas:

De entrada, el término multiculturalismo puede designar naturalezas distintas. En primer lugar, puede referirse a una “realidad”: En este sentido se convierte en la diversidad de hecho que existe en un país, o una ciudad, o un barrio. En segundo lugar, multiculturalismo puede designar una “política”, un tipo de actuaciones que un gobierno lleva a cabo para favorecer el acomodamiento de minorías de diverso origen cultural, étnico o religioso. Y, en tercer lugar, el multiculturalismo es un “ideal”, un objetivo: La solución que se propone para afrontar el problema de la diversidad, para facilitar la armonía en sociedades con una importante población inmigrante.

De hecho, podría haber otras propuestas diferentes al multiculturalismo para congeniar a los que llegan con los que están, pero ninguna será tan efectiva. Partiendo de esa idea de sociedad multicultural, se trata de buscar la manera de llevarlo a la práctica para que sea efectiva. He aquí algunas propuestas especialmente significativas y emblemáticas:

1. Afirmación del multiculturalismo en las leyes.
2. Adopción del multiculturalismo en los planes de estudios en las escuelas.
3. Exigencia de sensibilidad étnica en las regulaciones sobre medios de comunicación públicos.
4. Posibilidad de exenciones en las normas de vestido, legislación sobre días festivos y otras cuestiones, con el fin de reconocer las prácticas de las minorías.
5. Aceptación de la doble nacionalidad.
6. Apoyo económico a organizaciones étnicas para afirmar sus actividades culturales.
7. Financiación de educación bilingüe y la enseñanza de la lengua materna de los grupos minoritarios.
8. Protección y acciones afirmativas para los grupos inmigrantes más desaventajados.

Pero el multiculturalismo como tal, ha de funcionar en las dos direcciones. No es sólo un catálogo de derechos para los que llegan, sino también de exigencias para que la integración pueda funcionar. Hay unas normas básicas de convivencia y de respeto a los derechos humanos que han de ser asumidas por todos, independientemente de las raíces culturales, étnicas o religiosas de los diversos colectivos que conforman una sociedad: El multiculturalismo no implica relativismo cultural o tolerancia de prácticas contrarias a los derechos humanos y los valores democráticos. Todos sin excepción han de someterse a unos valores y principios que están por encima de la diversidad:

El primero y fundamental es la democracia como forma de organización política, con sus elementos aparejados como la igualdad de sexo, raza, religión, etc. En concreto, la igualdad de sexo es un elemento esencial. En segundo lugar, se podría mencionar el vínculo con la comunidad, en el sentido de que los ciudadanos tienen la obligación de comprometerse y colaborar a fin de mejorar la sociedad donde viven. Y por último estaría la raíz misma del multiculturalismo, en forma del respeto a la diferencia.

Todo lo anterior queda en papel mojado si no existen políticas en la práctica que favorezcan la integración de los inmigrantes y para fortalecer la ciudadanía compartida. Hay tres de especial interés:

Favorecer el aprendizaje de la lengua, para que el recién llegado pueda comunicarse sin trabas idiomáticas, a tal fin sería necesaria una red de centros gratuitos, de fácil acceso y sin excesivas trabas burocráticas con el fin de hacerlo atractivo. En estos centros debería llevarse a la práctica también una política muy clara y firme de enseñanza de ese núcleo de valores comunes al que nos hemos referido anteriormente, de esos elementos de ciudadanía compartida que contribuyen eficazmente a despertar un sentimiento de pertenencia a una comunidad.

Hasta aquí las bases. Asumirlas significaría un gran acuerdo a nivel nacional, en el que intervendrían las distintas opciones políticas y los medios de comunicación social. Este primer paso vendría a significar un colosal salto hacia delante, pero habría que tener muy claro que sería sólo un comienzo. Luego vendría la realidad de los conflictos del día a día, del caso por caso que habría que resolver con paciencia y sin ánimo de exacerbar nada. No hay que asustarse, pues es tal la diversidad de situaciones posibles que es inevitable que surjan dudas y complicaciones. La ley hay que aplicarla a situaciones específicas. Y lo mismo hay que hacer con los conflictos que tienen un origen religioso y cultural. Lo clave es que la ley sea clara, y que sus mecanismos de aplicación funcionen. Eso para empezar, luego sólo hay que disponer de tiempo, medios y ganas.

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