domingo, 26 de julio de 2009

CORTOMETRAJE: 'Alumbramiento', de Víctor Erice

Con sólo tres largometrajes en su carrera, Víctor Erice debería ser un referente cinematográfico en España, dado que suyas son obras maestras como ‘El Sur o ‘El espíritu de la colmena’. Lo es allende las fronteras de este país donde sus obras han tenido muchísima más repercusión que en nuestras salas comerciales. Pero las propuestas de Erice no son fáciles: Sus guiones nunca toman caminos perfectamente trazados, sino senderos tortuosos que aparentemente no llevan a ninguna parte, pero donde cada imagen es en sí misma una fascinante propuesta, que convierte a la película en un rico museo de simbología, experiencias y encuentros.
En el año 2002, la productora de Wim Wenders elabora dos films colectivos en los que recoge cortometrajes de varios directores con una temática común. Uno de ellos es “Ten minutes older: The trumpet” que, bajo el tema “El Tiempo”, reune la visión libre de siete cineastas: Aki Kaurismaki, Víctor Erice, Werner Herzog, Chen Kaige, Spike Lee, Jim Jarmusch y el propio Wim Wenders. Sólo deben cumplir dos condiciones concretas: cada trabajo ha de durar 10 minutos y en todos tiene que aparecer un reloj, al menos en una ocasión.
Víctor Erice dirige para este recopilatorio “Alumbramiento” (”Lifeline” en su título original), rodado en riguroso blanco y negro, y lo ambienta en la España franquista de 1940, año en el que nació. El film, cargado de simbolismo, es una mezcla de diversos géneros cinematográficos que nos habla en lenguaje difuso de la muerte y la lucha por la vida, de las diferencias sociales, de la España rural aturdida por la guerra recién pasada y de la venidera en Europa.
Un espantapájaros que en lugar de sombrero de paja lleva en la cabeza un casco militar, una manzana y una serpiente deslizándose, un niño muy pequeño sangra, la madre despertada por un gato negro que hace balancear la cuna… imágenes que a modo de collage componen un trabajo metafórico, contemplativo, inquietante, intimista y eminentemente poético, donde los escasos sonidos se dejan caer en el momento adecuado jugando el papel de un símbolo más, evocador, abierto, pero en el que ningún elemento es banal ni sobra.


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