miércoles, 17 de junio de 2009

MATAR


No hablaba de árboles,
no pensaba en las flores,
no le interesaban los pájaros,
sólo le preocupaba
lo que había aprendido
en las arengas y proclamas
de los adoradores de la muerte:
En su vocabulario
no había sitio para la paz.
Le hablaron de violencia
y asesinó la esperanza,
le enseñaron a odiar
y se alimentó de rencores,
le endurecieron el corazón
y ya nunca supo del amor.
Sus palabras eran un grito
de muerte a lo que fuera.
En su vocabulario
no hay lugar para nadie,
porque en la locura
en que se ha convertido,
tú y yo también somos víctimas.
Es lo que hace el fanatismo:
Matarnos a los demás.

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