Todo desaparecerá,
pensó la última abeja.
En su cromática lineal
en su prostera noche
vestiría de azul.
En poco tiempo
será exuvia
recién planchada.
Quiere despedirse
de todas las plantas.
Dónde quedarán
los humanos,
esos seres temblorosos
de dos patas,
llegó a preguntarse.
Todo desaparecerá,
pensó la abeja:
Formo parte
de una especie
condenada a la extinción.
No entiende
cómo es posible
haber llegado a esto.
Y sobrevoló
el final del mundo,
tiempito de oro,
tango de verano
sin flores
para una íntima
y solitaria danza
de despedida.
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