Como viejos árboles
de pronto afectos a su peso,
se desplomaron los sacramentos
el estatuto del alabastro,
la mueca pretenciosa
en los labios de la Ley;
se vaciaron las ideas
y en las manos
el agua se escurrió
como las horas vacías
donde el destino se sumerge.
Me abruma
el vestigio inútil
de los ídolos desechados,
el manso vaivén
de sueños definidos
por un insondable
algoritmo de conciencias,
la tristeza de millones
de rostros
en los vertederos
donde rezuma su odio
el tiempo inerte, carcomido.
No es el fin de la historia
pero a veces lo parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario