sábado, 24 de julio de 2021

REFLEXIÓN: ANIMALES


El penúltimo incendio en las redes sociales, que son más inflamables que los coches de Alerta Cobra, lo ha provocado la legitimidad de considerar a los animales familia. Ganó el sí. Aunque que la RAE limite ese vínculo a “personas” lo complique, y el trato que algunos les dispensan, también. Los familiares no se regalan. Papá Noel no deja en el árbol un reloj cronógrafo y un primo segundo. Ni les cortas las orejas y el rabo por estética, o las cuerdas vocales para que no molesten.

Durante los confinamientos, muchos acudieron a refugios para hacerse con un animal y tener el pretexto de pasearlo para salir de casa, o simplemente para parchear su soledad. Por ello, el retorno de la vida social está provocando que se devuelvan los  ejemplares adoptados. A pesar de que estos, ajenos a la rigidez de la RAE, se sintieron familia tras una caricia.

Las redes no deberían arder por una cuestión semántica, sino porque España sea uno de los países europeos con más abandono. Según la Fundación Affinity, en 2020 casi 300.0000 animales recalaron en refugios, la mayoría, en perreras municipales donde les espera el crematorio. No se incluyen los que acaban ahogados en ríos o colgados de los árboles. Ese es el verdadero incendio y no si son familia, que lo son, y la mejor: la que se escoge. Y el que me diga lo contrario sobre mis gatos, solo merece el desprecio de mi indiferencia: No sabe lo que dice.

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