viernes, 23 de julio de 2021

POESÍA: KINTSUGI


No hay cicatriz

que no encierre

en si misma belleza, 

lo dice el kintsugi japonés. 

Las cicatrices humanas

fluctúan en colores

del color carne -obviamente-

al rosa palo

y así sin tregua

escinden sus contornos

como una marea.

Hay que lanzarles

dos veces al día

un aluvión de microgotas

y observarlas mutar

con ojos sanadores

cargados de poesía.

Su forma de boca

y ese hilo

que cierra su sonrisa

debe reconfortarnos.

Hay que aprender

a dibujar

un bosque en sus límites

con nuestras

propias manos.

Así, se convierten

en lago oscuro

cordillera en miniatura

o cualquier otra cosa

que nuestra sensibilidad 

aflore a raíz de piel. 

Y habrá noches

en que nos llamarán

desde sus labios de sutura

para recordarnos

lo que somos:

seres cosidos al tronco

de la vida.

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