miércoles, 6 de enero de 2016

MAUTHAUSEN









Anoche soñé con Mauthausen
y en el transcurrir de la pesadilla
dejé de ser una persona,
convertido en un número
tumbado en el camastro
y echando de menos un libro,
algo prohibido en este mundo,
probablemente porque podría
recordarnos que somos humanos.
Me asombra que aún
pueda susurrar algún poema...
Pero lo hago como un rezo
por todos los espectros
de cuerpo esquelético,
mirada fija y pelo grasiento
que hoy no podrán llegar
a ver una nueva madrugada.
Los que dentro de cien años
vean las imágenes que toman
de nosotros los asesinos,
se preguntarán que nos quedaba
bajo la piel expuesta a la impiedad,
después de que los idólatras
de la muerte nos hubiesen
implantado el virus del averno
y, por ejemplo, yo ya no fuese
sino ese cinco seis siete tres
tatuado en el antebrazo.
Pero se asombrarán
porque aunque aparentemente
ya sólo éramos huesos
y piel para reciclar,
nos quedaba el orgullo
de sentirnos camaradas
que solidariamente se organizan
y resisten para cuando
llegue el momento de liberarnos
por nosotros mismos
del yugo homicida
que en su infinita ignorancia
ya nos daba por muertos.










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