sábado, 26 de diciembre de 2015

LA CULPA ES TUYA






La culpa es tuya,
yo solía abordar
trenes de carga
rumbo a ciudades
de calles esmaltadas
por el caldo de las lunas.

Casi siempre llegaba
cuando el aire
se había acabado
y a nadie le quedaba
saliva para gastar
en discusiones
prolongadas
hasta amaneceres
donde el frío era
causa y consecuencia.

Las hechiceras intentaban
sanarme de dolores
que se aferraban a mi alma,
mis destinos eran siempre
lugares donde el amor
había sido desterrado
y no me curaban el alma.

Pero al verte supe
que tus ojos me miraban
como dos anzuelos de luz,
dos inmutables dogmas
de una fe recuperada
a mordiscos.
Dos anclas arrojadas
desde la indecible altitud
de una nube de carne,
dos estanques
de agua bendita
donde los viejos pecadores
podíamos nadar lejos
de toda mirada acusadora...

De ahí nació el atrevimiento
para quedarme en ellos,
de ahí la convicción
de no marcharme nunca,
porque una estrella huérfana
en ellos aprendió a nadar.






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