viernes, 13 de noviembre de 2015

DOLOR






Al dolor le crecen
las arrugas por la noche
y se convierte
en tu peor enemigo.
Por doquier el muy vil
avisa que se ha apropiado
de tu cuerpo
y no tiene piedad alguna.
Es mejor seguirle la corriente
por si se confía
y se hace menos dañino aún
que los redondos suspiros
de aquella muchacha
que un día se dio cuenta
de que no era amor
lo que sentías.
Da igual que lo padezcas
en silencio
o que afiles la navaja
de tus quejas
en la caverna semivacía
de la garganta seca.
Da igual que supliques perdón,
el dolor se afana
en destrozarte el corazón
con originales mañas
y algunas mentiras de las buenas.
Y percibes claramente
la calidad del maltrato,
lo espurio del asunto,
la inmediatez de la piel
pálida que sufre.
Te sabes el prisionero
que traza signos invisibles
sobre la superficie
grasienta del paso de los días,
no sin haber intuido
la rotundidad del fracaso.
Aún así no pierdes la esperanza,
al fin y al cabo es lo último
que se pierde en este mundo.




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