No la había visto nunca en ropa interior, pero podría
describir una por una todas sus prendas íntimas de tanto verlas bailando al son
del viento. Ella las intentaba ocultar de su visión tapándolas con sábanas o
prendas similares, pero no podía evitar esos omentos en que tenía que sacarlas
del cesto para colocarlas en las cuerdas que unían como un cordón umbilical las
dos viviendas del edificio donde ambos vivían.
Él sabe que ella sabe que la observa detrás del visillo de
la ventana. Al terminar de colgar la ropa siempre mira hacia allí y esboza una
tímida sonrisa antes de volver a su secreto mundo y cuando coinciden en el ascensor
no puede evitar ruborizarse mientras no levanta sus ojos del suelo.
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