sábado, 22 de agosto de 2015

MEDITERRÁNEO







El ojo del hambre mira la vida
a través de ventanas rotas,
las zapatillas deportivas
hace tiempo que fueron abandonadas
por niños a los que el terror
ha fabricado un hogar,
y permite que sus pies vaguen
por los restos de comida muerta.
Un viejo busca entre despojos
lo poco que le quede de vida.
En las calles destrozadas,
miles de zombis de la guerra
esperan una limosna del sol,
hasta que alguna boca grita
y las miradas de esperanza
se encaminan a otras luces
que se encuentran más allá
del mar que los separa.
Los gritos se repiten una y otra vez
y silencian las explosiones
que anuncian la llegada
de la sinrazón y el extremismo
descuartizando contexturas y morfologías.
La huida es la única salvación,
pero lo que no saben es que en el mar
no encontrarán solidaridades
y acabarán convertidos en estadísticas
de la inmensidad de un fondo
convertido en tumba y olvido.
El Mediterráneo ya no sabe a sal y brea,
sólo a despojos humanos e injusticia
convertido en el reino preferido de la parca.




No hay comentarios: