sábado, 2 de mayo de 2015

HERIDAS







Como el suelo en otoño
lleno de hojas secas,
la naturalidad
más mecánica de lo cotidiano,
vas coleccionando heridas...
Se acumulan estratigráficamente
una encima de la otra,
la más reciente vestida
con el traje de una nueva temporada.
Por eso no se cierran,
las sientes en las manos,
en la boca, en lo más
profundo del estómago.
La sientes crecer y hasta sonríes,
a la herida, al culpable, a la vida...
Porque aprendes a mentir,
a la herida, al culpable,
incluso hasta a ti mismo
para poder seguir adelante.
La sinceridad te abandona
hasta que el día menos pensado
regresa y te escupe en la cara.
Y te hundes, te pierdes en ti,
cierras los ojos y quieres
vomitar la palabra,
aprietas la mandíbula y quieres
recuperar la palabra...
Pero la nada te recorre
vacía como un ayer detenido,
te recorre cada centímetro
de humanidad dolorida
y te aplasta con la fuerza
de un rencor acorralado.
Y se abre una nueva herida
al ajustarte al guión pretendido,
te eximes de la condena,
aunque te convierta
en el fracaso de lo que pensabas:
Una herida, un fracaso.
No aprendes. Y como último
recurso, olvidas...





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