Brindo por la conciencia
que dispara anhelos
en los márgenes convulsos
del deshielo,
la que nos lleva prendidos
del deseo y nos aboca
hasta el remordimiento
cuando el mal se alía
con nosotros.
Brindo por los escrúpulos
que nos convocan
a ser solidarios
y jamás invocar a los demás
con acento de cuchillo doctrinario.
Brindo por la comunión
tácita entre la mística
y tus piernas en uve
resolviendo el misterio
del vuelo de las alondras.
Brindo por esa exigencia
interior de sentirnos libres
por la condición universal
del ser humano
y el indomable vicio
de amar a quien nos ama.
Brindo y le deseo felicidad
a todo el que adopte
la filosofía de la bondad
por un principio indestructible
que impide hacer con los demás
lo que nos hace daño
si a nosotros nos lo hicieran.
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