sábado, 27 de diciembre de 2014

A VÍCTOR DE LA FUENTE







Es tan injusto y cruel
que cada letra es una lágrima
por la muerte del compañero
por las entrañas de afecto
por todo lo que nos hace sentir
y regar con llanto ese cadáver
para siempre inmóvil
del que fue un gran amigo.
La implacable muerte
abrió de repente
un pozo de bilis amarga
para arrebatarnos su presencia. 
Nos lo ha robado todo:
su saludo cuando
nos cruzábamos
trabajando entre aviones,
las charlas sobre
lo que compartíamos
tomándonos un cortado
los encuentros por sorpresa
en el pueblo donde además
nos convertimos en vecinos
esa cosita pequeña
llamada Bahía
y el amor con que la miraba
cuando la poníamos
en sus brazos.
Cuánto miserable dolor
y qué hondo recuerdo
les deja a sus amigos
el fatal destino que ayer
decidió hacernos
una jugarreta como esta.
Pero en cuanto pueda
prometo sonreírte, Víctor,
en cuanto se me sequen
las lágrimas que hoy
me acosan desde dentro,
porque ese será mi homenaje,
el de sonreír sereno
recordando sobre tu muerte,
las huellas profundas
de amistad y cariño
que tu presencia leal
en mi alma ha dejado.








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