lunes, 13 de octubre de 2014

VIEJOS






Se sientan en los bancos
de madera despintada
del parque
y dejan que el sol
de octubre les acoja lentamente:
el punzón vivo del aire,
la cabeza en ningún sitio,
los rostros como agua clara
donde no se toca fondo.
Se han ido otra noche
y las horas de insomnio,
se quedan para siempre
esos erizos de frío
que hibernaron una vez
en la sangre
y ya no los abandonan.
Ya nadie les pide
una opinión o un consejo, 
cada minuto que pasa
están más cerca del final,
pesa el tacto de los años
y su dibujo se borra
poco a poco de la mente. 
Se van un rato al bar
a jugar la partida del día,
pasean y con suerte
podrán percibir la alegría
al abrazar a los nietos.
Gastan alguna broma,
ven pasar a una joven
ceñida en un cortísimo vaquero
que no les impide intuir
dos trozos de nalga,
sonríen desdentados
a esa hermosa frescura
y esperan así, rato tras rato,
la llegada de la muerte.





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