viernes, 24 de octubre de 2014

LA CAÍDA





Hubo fulgores en la noche
que no permiten
borrar los recuerdos
y una estela ennegrecida
cayó sobre su corazón,
anulando toda conciencia
de misericordia.
Supo enmudecer
decenas de bocas,
sobre su alma pesaron
agonías indescriptibles
y de aquellas manos
ríos de sangre
tiñeron sus sueños
de feroz pretensión.

Pero aquellas voces
al final no le dejaron
visitar el paraíso
de los sueños de amor
porque nunca pudo querer,
ni hubo mujer alguna
que sobre sus labios
pusiera un febril beso,
ni tan siquiera de dolor.
La fortaleza
se fue debilitando
por las atrocidades
acumuladas en sus espaldas,
y acabó derribada
por los impulsos de una culpa
que ya nunca volvió
a comprender su ejercicio.

Arrepentido,
quiso gritar y no pudo.
Quiso pedir perdón
y fue imposible.

Una voz lejana
le señaló un camino
donde la voluntad
es ave voladora
que se va y no vuelve,
pero que deja una estela
acompañando la caída
de un torturador
que se acaba perdiendo
en la memoria del tiempo. 






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