miércoles, 29 de octubre de 2014

AMARLAS







¿Cómo no quererlas
cuando ellas nos aman?
Son promesa
de una cálida lumbre
en nuestro corazón
al final de la niebla
que puede llegar
a cubrirnos cada jornada.
Están siempre
con esa luz en la mirada,
nos luchan en las noches
cálidas y duras
se ahuecan y ponen
sus manos al relente
y nos acercan
al trasluz tibio
de los deslizamientos
con sabor a dulzura
y pasión entregada.
Las necesitamos
en el lecho donde brota
el semen del odio
para transformarlo en amor,
a pie de cicatriz
y flor de alba herida,
poniendo a buen resguardo
nuestra flaqueza
e impedir que no se haga
realidad insufrible
el decreto ingobernable
de derrota que alienta
en el naufragio de cada día
y poder celebrar con ellas
el hecho de que los mirlos
parlotean en sus ojos.





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