domingo, 8 de junio de 2014

COPIA





La preparación del Sabbath:
Un mantel blanco,
el olor de las cosas
limpias y ordenadas,
lo que se ha de tomar y comer
y, siempre, la llama de al menos
dos velas irradiando luz.
Precisamente todo
 lo que se les niega
y se les destruye
a otras casas similares,
con su gente incluida
que también necesita
poder habitar su hogar
y sentarse a cenar cada noche.
No hay forma de argumentar
lo que haya podido unir
al nazismo con sus víctimas
salvo ser orgulloso sirviente
de un becerro de oro
que pide se le rindan
en sacrificio la muerte
de los subhumanos,
si es posible antes
de que salgan
del vientre de su madre,
o cuando sean pequeños
por si al crecer
les da por querer también
tener su mesa, su parte
de aire y tierra,
su agua y sus calles,
sus pueblos y sus celebraciones.
¿Será un castigo
del dios al que reverencian,
el haberlos transformado en copia
de los salvajes
que intentaron exterminarlos?
Parecidos quemando,
parecidos emplazando garras,
humo negro y espanto.
Parecidos también
en la soberbia de sentirse
con el derecho a causar
el holocausto del otro.






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