A los
fascistas que ejercen de tales
cuando cierran
las puertas de casa,
a los que
disfrutan con la caza de hadas,
a los que
reniegan del amor
porque nunca
serán capaces de darse,
a los resentidos
entre bambalinas de plasma
rezumando
babas en lugar
de llevar la miel
en los labios,
a los que
perdieron el rumbo y tiraron la toalla
elevando al
cielo muros de intolerancia,
a los
inmisericordes, a los sectarios.
a los que
jamás se han deleitado
con la belleza
y la serenidad,
a los que se
creen con patente
de corso y sus
secuaces,
a los
mercenarios de almas,
a los déspotas
y tiranos de pacotilla,
a la crueldad
ciega que habita
en un mundo helado
y abisal
y a los que la
ejecutan encantados
de conocerse y
conciliar el sueño.
A esos
pequeños artesanos
que se
reafirman en la malevolencia
y a los grandes
artífices que se alimentan
de la maldad
cotidiana,
a todos ellos
mi desprecio más sincero.
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