En esos caóticos
tiempos de una mudanza
hay que recoger
con sumo esmero
los sentimientos
que impregnan las paredes
de la antigua casa
en la que poco a poco
sólo van quedando
los ecos apagados
del hogar que hubo sido.
Hay que procurar
que no se rompan
y cuando nos vayamos
acaben desparramados
en las estepas desiertas
mientras los armarios
las sillas y las mesas
flotan tristes
por los pasillos mudos.
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