sábado, 26 de abril de 2014

MORADA




Quien vive en una morada  
donde se disemina poesía
no sabe qué poder
pueden llegar a tener
los enseres que le rodean:
Por ejemplo los muebles,
porque descubre
que cada nudo de la madera
encierra más cantos de pájaros
que el conjunto de la floresta.
Le basta que una lámpara
pose su cuello femenino
a la caída de la tarde
sobre un mueble barnizado
para que se liberen
de repente miles de abejas
y un olor a pan fresco
y a jardines floridos
se apodere del hogar
que entre versos le cobija.
Es tal el patrimonio
de este ser humano
que con un simple roce
otorga el poder al mobiliario
que puebla las habitaciones
de nuevo la dicha de un árbol

saludando a  la mañana.





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