El capitalismo ha encontrado
huellas de ceniza en sus bolsillos,
ha visto que la degradación
del medio ambiente
avanza a pasos agigantados
y que los recursos se agotan,
por eso recurren a economistas
para que hagan malabares
y extiendan cáncer con azúcar
en las cuentas y estadísticas
donde habitan términos
que huelen a deforestación,
que caminan entre aves y peces
ahogados en petróleo.
Ellos son los encargados
de vestir el sistema
con su disfraz de medio ambiente
y si por fuera necesario
no tendrán empacho en recurrir
a las falacias de siempre:
las del trabajo para todos,
la riqueza compartida
y el desarrollo económico...
Así en una carpeta verdusca
anotarán nuevos mordiscos,
insólitas inversiones,
flamantes globalizaciones,
inmaculadas catástrofes.
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